"Desperation is the raw material
of drastic change. Only those who can leave behind everything they have ever
believed in can hope to escape”
William Burroughs
Hoy los pájaros no vuelan alto, no hay peces en el mar y ni siquiera hay mar.
No hay lluvia, ni viento, ni sol, solo la calle fría y ciento de metralletas
calientes, observando mi desesperado intento de pasar desapercibida. Yo también llevo un arma, ni siquiera sé cuál
es, ni es mi novia, ni le he puesto un nombre. Tan solo es un artefacto
minúsculo tomado de prestado, más parecido a un juguete que a un revólver, que
voy arrastrando por callejuelas absurdas
que no llevan a ninguna parte.
Sé que en esta calle tengo una misión, pero he olvidado cuál era. Que tengo
una meta sin objetivos y un destino que
no entiendo, pero sigo caminando pese a mi despiste y todas esas personas que
te vas encontrando y no significan nada. Pienso en gatos, en jardines, colores de baldosas y sonrisas que solo
enseñan dientes. Pienso en una casa grande y una mente pequeña, en niños sin
voz porque les enseñaron a callar a base de grapas en los labios, más guapos
cuanto más sangran, rollizos hasta explotar, inútiles, caducos desde la
infancia y detalladamente moldeados para soltarlos en una sociedad psicópata.
Yo sigo caminando, con la cabeza alta para no descubrir mis miedos,
ensayando los pasos para no temblar, que no se me note que sudo como un cerdo,
que tengo ganas de llorar, gritar que no quiero estar aquí, apagar el canal y
arrojar el televisor por la ventana. Podría haber elegido un bombardero, de
esos que en los 40 aparecían en el cielo, cuando hombres y mujeres veían su futuro y directamente se suicidaban. Pero, en fin, me
conformo con apuntar con el dedo solo para ganar tiempo, simular un ataque de
asma en caso de enfrentamiento y cerrar los ojos con la ilusión de que no me vean.
Solo es una calle, como otras, no es especial, ni trascendente, y ni
siquiera tiene nombre. ¿Qué coño hago aquí? Me voy. ¡Adiós jodidos hijos de
perra!- grito, aquí os dejo con vuestras guerras y pesadillas. Y mientras corro
a la otra esquina, me despojo: mi arma, mi abrigo, mi ropa,… Todo se quema en
el infierno y desaparece.
Hace sol y los pájaros se van espabilando. Caminar desnuda y desprendida, con las cicatrices justas para contárselo a
mis nietos: “queridos niños, ese día luché por mis sueños y me sentí muy bien no
siendo un héroe. Mañana os contaré el día en que ya no todo me importaba una
mierda y ese todo empezaba a tener sentido”